20 de julio de 2008

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Esta vez huyen las manos como piedras desgastadas detrás de los ojos,
ni la lágrima se permite, no se permite ni la lágrima ni la cama que se empapa, el final oscuramente verdadero donde no es todo negro sino irremediablemente oscuro.
Calles del barrio gitano se empapan pero son sin salida, duermen
los muertos de nosotros mismos en el agujero del que no percibe su forma,
Estuvimos cerca de lo que es impronunciable y el silencio se volvió grito, grito que retumbaba dentro de las manos hasta que se tocaba el dolor con un tacto de vidrio encendido. El dolor convive con los hierros de la memoria, y agarra los dientes, los ambulantes a lo lejos…miradlos…
Los sueños ambulantes… a lo lejos.